Adiós sindicatos, adiós


Hoy en Madrid hemos asistido a una huelga de Metro. El Metro es un servicio público indispensable para que una ciudad como Madrid (y sus alrededores) funcione con normalidad día tras día.

Resulta que unos señores que se autoproclaman como "representantes" de los trabajadores han decidido que no iban a respetar los servicios mínimos e iban a perjudicar al máximo número posible de ciudadanos y, cerrando el círculo, trabajadores. Esos descerebrados se llaman sindicalistas.

Afortunadamente los sindicalistas son minoría en nuestra sociedad. Basan su poder en el chantaje continuo a empresas y políticos de los que obtienen financiación. Durante las huelgas, al más puro estilo mafioso, forman brigadas de camorristas, denominadas piquetes informativos, que recurren a la violencia tanto contra las personas como contra los bienes para imponer sus fines al resto de trabajadores y, como en el caso de la huelga de Metro, a la mayor gente posible.

Los sindicatos camuflan estas actividades cuando menos censurables utilizando una parte de su financiación para apoyar "desinteresadamente" a personas y trabajadores necesitados, lo que hasta ahora les ha servido para comprar voluntades.

Pero ya nadie cree en ellos. Como en tantos ámbitos de la vida, esta crisis ha descubierto las cartas con las que jugábamos todos. Hace tiempo que los ideales honrados con los que se identificaron en un pasado remoto se han visto cercenados y oscurecidos por simples intereses económicos. Como las familias mafiosas de las películas intentan implantar sus huelgas y presiones para seguir chantajeando a empresas e instituciones que les ayuden a pervivir.

Cortar la financiación de este tipo de grupos es primordial para forzar su desaparición e integrarlas en una sociedad democrática y moderna. Sólo nos faltan políticos valientes que acaben con esta farsa.

Adiós Sindicatos. Adiós. Estáis escribiendo el final de vuestra historia. Como decíamos hace unos días, no todo es malo en una crisis.

1 comentarios:

Jesús Martín dijo...

Os compadezco madrileños por sufrir la indecencia de estos impresentables que viven como dioses.

Si alguien incumple la ley, que pague por ello. Yo añado a lo que dices y propongo:

- Si se incumple la ley en una huelga, a la calle como despido procedente sin indemnización.
- Ni un duro de dinero público a sindicatos.

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